Introducción

La disociación es un mecanismo psicológico que puede presentarse como una EXPERIENCIA NATURAL que se manifiesta de diversas formas: desde momentos de estrechamiento del nivel de conciencia atencional leve hasta mecanismos automáticos de supervivencia en situaciones de peligro extremo.

Sin embargo, la disociación también puede ser un SÍNTOMA PRESENTE EN DISTINTOS trastornos mentales, manifestándose en despersonalización, desrealización, problemas de memoria, flashbacks y síntomas somáticos.

En casos más graves, la disociación puede dar lugar a TRASTORNOS DISOCIATIVOS, como el trastorno de identidad disociativo, la amnesia disociativa, el trastorno de despersonalización/desrealización, y otros trastornos disociativos no especificados.

Estos trastornos se caracterizan por una falta de integración de la personalidad, lo que conlleva lagunas de memoria y la manifestación de partes diferenciadas que actúan de forma autónoma.

Disociación como experiencia natural

Las experiencias disociativas son comunes y perfectamente naturales. Veamos diferentes ejemplos:

Cuando actuamos en “automático”, absortos en nuestros pensamientos, sin darnos cuenta del trayecto que hemos recorrido y de repente comprobamos que hemos llegado a nuestro destino. O cuando no nos damos cuenta del tiempo, absortos en nuestra fantasía o inmersos en la música que escuchamos, creando una burbuja dentro de la realidad. Estas sensaciones que probablemente has podido experimentar en alguna ocasión, suponen una forma leve de desconexión, hemos estado en un ligero estado de alejamiento de lo que ocurría a nuestro alrededor.

En otras ocasiones, podemos desconectarnos de nuestras emociones, pues estas pueden no ser oportunas para la situación que debemos enfrentar.

Pongamos un ejemplo: si estamos muy enfadados porque hemos discutido con una persona y tenemos que entrar a una reunión de trabajo, resulta más adaptativo “encapsular” el enfado y la rabia que podamos estar sintiendo en ese momento, para poder centrarnos en lo que tenemos que abordar, sin permitir que la emoción de rabia intervenga. En este contexto, el poder desconectarnos momentáneamente de nuestra emoción, nos salva de un posible desacierto profesional si no fuéramos capaces de distanciarnos de nuestro enfado. Esta es una medida de protección que nos permite alejarnos de una emoción que en ese momento no es conveniente mostrar.

En cualquiera de los ejemplos anteriores, nuestra personalidad permanece integrada y podemos volver de forma suave a tener conciencia de donde estamos, del tiempo que ha pasado o atender nuestra emoción de rabia cuando el momento sea oportuno.

Disociación como mecanismo defensivo

Existe un mecanismo automático de supervivencia ante situaciones de peligro que son las respuestas de lucha-huida. Nuestro sistema límbico, ese que trabaja en automático porque su objetivo es nuestra supervivencia, nos hará luchar si tenemos opción de hacer frente al peligro, o nos hará huir cuando “entiende” que no vamos a salir ganando si le hacemos frente. Estas respuestas son automáticas y no están mediadas por procesos cognitivos de orden superior. Es la primera reacción instintiva de nuestro organismo ante el peligro.

Si ninguna de estas respuestas es efectiva, nuestro sistema límbico dispone de otra vía automática, la desconexión. Desconectaremos de nosotros mismos, de nuestras emociones, o de lo que pasa a nuestro alrededor, como vía para no sufrir. Supone en cierto modo una forma de anestesiarnos para ante situaciones que nos sobrepasan.

Estas tres respuestas automáticas de lucha-huida-desconexión, intentan ayudarnos en el momento que está ocurriendo el hecho traumático y son mecanismos de defensa presentes en todos los mamíferos.

Nuestra capacidad de integración puede desequilibrarse si sufrimos un trauma puntual e intenso, como en el trastorno de estrés postraumatico (TEPT).

Recuerdo una paciente que había sobrevivido a una explosión repentina en el centro de Madrid. Explicaba que no recuerda como salió del amasijo de hierros y escombros en que se había convertido lo que había sido su casa. En ese momento su sistema de supervivencia trabajaba en automático y cogió las riendas para que ella pudiera salir de ahí, para que pudiera sobrevivir a lo que le estaba ocurriendo. Estaba desconectada del sistema más racional (área cortical) y de esta manera pudo salir, aun no siendo consciente de como lo hizo y seguir sin poder recordar muy bien cómo lo logró.

Esta persona, narraba que cuando consiguió llegar a la calle, se dio cuenta de que tenía una herida importante en el brazo, sangrando profusamente. Contaba que en ese momento, no se explica aún cómo lo pudo conseguir, se decía a sí misma que debía mantener la calma y respirar lentamente, para evitar mayor pérdida de sangre hasta que la pudieran atender. Es decir, pudo desconectarse de su terror profundo ante lo que estaba pasando, para así poder mantenerse con vida. Contaba que se sentía como anestesiada, que en ese momento no sentía miedo, todo lo contrario, se sentía tranquila intentando respirar lo menos posible.

Esta persona, debido a estos mecanismos de afrontamiento automáticos, primero de huida y posteriormente de desconexión ante su propio terror, fue capaz de manejarse ante lo que estaba ocurriendo, en los momentos inmediatamente posteriores al accidente. Fueron mecanismos de supervivencia adaptativos y funcionales.

Disociación como síntoma. SINTOMAS DISOCIATIVOS

Hay que tener en cuenta que existen algunos síntomas disociativos que pueden estar presentes en otras categorías diagnosticas diferentes a los trastornos disociativos, como cuadros de ansiedad, ataques de pánico, depresión, cuadros psicóticos o de estrés postraumático.

Los síntomas disociativos más comunes que pueden estar presentes en otros trastornos mentales son:

• Despersonalización: es un síntoma psicológico que implica sensación de extrañeza con respecto a uno mismo.

• Desrealización: se caracteriza por una sensación de irrealidad o de extrañeza con respecto al entorno, como si fuera un sueño o como si fuera irreal.

• Problemas de memoria, que implica distintos grados de falta de recuerdo diferente a un olvido normal

• Flash back, que suponen una reexperimentación intensa de algo sucedido anteriormente

• Síntomas con manifestación somática que no tienen un origen orgánico

• Síntomas disociativos similares a la psicosis como escuchar voces discutiendo dentro de su cabeza

Disociación como trastorno.. LOS TRASTORNOS DISOCIATIVOS

La personalidad es el modo en el que cada uno de nosotros ha construido una forma típica de sentir, pensar y actuar, modificándose y construyéndose a partir de nuestra base genética unida al aprendizaje construido a partir de nuestras experiencias.

En general esta estructura de personalidad es estable pero a la vez flexible, adaptándose de manera funcional a los distintos papeles y situaciones que nos toca vivir. No nos comportamos del mismo modo cuando estamos con nuestra familia, que cuando estamos en el trabajo o de vacaciones con los amigos.

En todos estos roles hay nexos, hay interrelaciones de recuerdos y la base de nuestra personalidad se mantiene estable, con un eje que vertebra nuestros modos de afrontamiento, pensamientos, conductas y emociones. Es decir, cada uno de nosotros conecta sus experiencias de una manera coherente, formando una identidad integrada de quienes somos independientemente del papel que en ese momento tengamos que realizar. Esta capacidad de integración nos permite mantenernos en el presente, aun cuando estemos recordando el pasado o nos imaginemos el futuro.

Las personas con trastornos disociativos no disponen de una estructura de personalidad totalmente integrada, sino fragmentada. De ahí que puedan tener lagunas de memoria no explicables sobre periodos de tiempo concretos a los que no pueden acceder, o que puedan desarrollar partes diferenciadas que actúan, sienten, piensan de forma autónoma, a veces sin co-consciencia entre ellas como ocurre en el trastorno de identidad disociativo. Más disociación, más severidad clínica.

Sonia Pérez Sala